Ultimamente tengo demasiadas cosas en la cabeza, pero prácticamente me centro en hacer sonreir a las personas que me importan, porque sonreir, aunque parezca facil, es lo más díficil que pueda existir. Os lo digo desde la experiencia, conseguir sonreir, es prácitcamente imposible hacerlo por ti mismo, siempre debe haber, algo o alguien que te haga sonreir, un exámen aprobado o un amigo haciendo tonterias, pero siempre necesitas ese algo.
Recuerdo una vez, que escribí en otro sitio algo parecido, pero me apetecia comentarlo aquí, una sonrisa es lo más sencillo de conseguir de una persona, y es lo más gratificante, cuándo consigues hacer sonreir a alguien a quien aprecias y sabes que es por ti, la sensación es maravillosa.
Sonreir, es algo, que realmente refleja tu estado de ánimo, y que refleja si estas extresado, enfadado, triste, alegre.. se que hay veces, en las que sonreir es imposible, ya que hay situaciones insostenibles en los que tu ánimo está bajo o simplemente, no tienes ganas de sonreir.
Una vez leí, que sonreir, hace que veamos todo de manera distinta, un problema, afrontado con una sonrisa sigue siendo el mismo problema, pero siempre le ves más soluciones, esto quiere decir, que si a tu vida le pones una sonrisa, verás la vida de otra manera.
Por mucho que algo o alguien, te haga daño, tienes que hacer algo, para devolverte la sonrisa y continuar, ya que no te puedes permitir dejarte la vida en algo o alguien sin una sonrisa, si lo haces y fracasas, no habras desperdiciado ese tiempo y se que esto es dificil de creer, pero se por experiencia, que si tienes una sonrisa y un ánimo alto, podrás hacer frente a todo lo que venga.
martes, 25 de marzo de 2014
miércoles, 29 de enero de 2014
Un Salto
Existe un fenómeno bioquímico que en conjunto con otros acontecimientos,
tanto externos al ser humano como internos, nos hacen sentir emociones.
Nadie es capaz de dominar sus emociones por la complejidad que entraña
su origen y la imposibilidad de controlar la mayoría de nuestras
funciones internas.
Dejando a un lado la ciencia, hablando en un lenguaje en el que todos
podamos entendernos con facilidad, quiero resaltar la importancia en
nuestra vida de las expectativas. Existen tipos de expectativas
diversos, desde las expectativas sociales, las laborales, las
internas... Concretamente me llaman la atención las expectativas
inconscientes.
¿Por qué inconscientes? ¿Qué tienen las demás expectativas para no ser
calificadas de inconscientes? Realmente podemos darnos cuenta de que
estamos siendo víctimas de unas expectativas cuando al pensar en un
evento futuro le atribuimos características de nuestra invención. Por
ejemplo si al pensar en un examen directamente nos imaginamos a nosotros
mismos intentando resolver unas preguntas difíciles y luego nos entra
miedo es porque nuestras expectativas con respecto al examen son de
dificultad excesiva, lo que nos provoca una distorsión del modo en que
nos afectan los hechos y por tanto una alteración emocional inapropiada,
lo que repercute en nuestra manera de planificar nuestras acciones o de
tomar decisiones.
En resumen, una expectativa siempre nos condiciona en el presente. No
por tener una expectativa u otra vamos a tomar una mejor decisión con
toda seguridad, aunque existan casos en los que es obvio que rebajar
nuestras expectativas va a conllevar una respuesta mejor en el presente
que la que tendríamos del otro modo. Así funcionan nuestras
expectativas, así nos afectan, y nosotros no podemos hacer mucho por
cambiar este hecho.
En cambio sí podemos influir en nuestro nivel de expectativas, aunque no
al 100%, pero con la experiencia podemos aprender que en ciertas
situaciones no es bueno imaginarse las cosas de una manera concreta, o
aderezar una imagen del futuro con imaginación. Siempre es bueno
perseguir una visión realista de las cosas, pero cuando lo que
imaginamos nos viene de lejos, no sabemos mucho sobre ello, es algo
nuevo o simplemente no depende de nosotros mismos, cualquier cosa que
imaginemos va a condicionarnos de modo que nuestras decisiones o
nuestros sentimientos sean un poco menos coherentes con la realidad.
Y por ejemplo, cuando nos encontramos en el borde de una piscina en
verano y ya hemos catado la temperatura del agua con la puntita del
pie... Inmediatamente hemos creado unas expectativas sobre lo que
sentiremos cuando estemos dentro del agua. En ese momento nuestra mente
pone en marcha todo un complejo sistema de conexiones para evitar una
sensación desagradable que NUESTRAS EXPECTATIVAS han generado. Pero,
¿acaso hemos entrado en el agua para que nuestro cerebro capte la
sensación de frío que esperamos? Este es el poder de las expectativas,
generar emociones que según cómo las interpretemos intentaremos evitar o
conseguir. Para aquellos que se pasan la vida tratando de evitar
peligros y sensaciones negativas, saltar a la piscina les resultará una
odisea. Para aquellos que viven al día sin esperar nada de lo que
vendrá, saltar es una aventura. Para aquellos a los que les gusta pensar
en el lado bueno de las cosas y siempre encuentran un buen motivo para
avanzar, saltar les resultará fácil y emocionante.
miércoles, 15 de enero de 2014
Una receta complicada
Volvemos una y otra vez al mismo punto, pero cada vez algo es distinto.
Nuestra personalidad se forja junto con nuestros recuerdos, nuestra
mente toma forma y los patrones que nos mueven se afinan con la
experiencia. Los errores toman parte en nuestro aprendizaje como la
harina en una tarta, son la base. Los éxitos son el azúcar que nos da
esperanza. Sin una mezcla adecuada de ambas cosas no disfrutaríamos
tanto de la vida.
No existe una receta para la vida. A pesar de ello, insistimos en buscarla. Pensamos que debe de haber una manera mejor de hacer las cosas, una vía sin tanto sufrimiento, sin tanta necesidad, sin tanta tristeza. Una vía más fácil, más sencilla. Nos equivocamos si creemos que había otra manera de hacer las cosas, porque si las cosas han llegado a este punto es por unas causas, millones de causas, que no podían haber sido de otra manera. No existe una receta para vivir de forma perfecta, ni podemos medir el grado de calidad de la vida. Así que para responder a las preguntas "¿cómo debo vivir?", "¿qué debo hacer?", "¿cómo debo ser?", hay que conocerse a uno mismo.
Cada persona tiene sus miedos, sus expectativas, sus ilusiones, sus pasiones y sus valores. Todos ellos forman parte de esa persona, se encuentran arraigados en lo más profundo de su ser. Y todos ellos van cambiando con el tiempo. No se pueden moldear a voluntad. El cambio lleva mucho tiempo. La mezcla de estos elementos son los que crean las emociones en cada uno, y esas emociones dirigen la vida del individuo en lo que llamamos "instinto". Cada vez que uno sigue su instinto está siguiendo su propio camino, con sus errores, sus aciertos, sus peligros y recompensas. Pero hay cosas que el instinto no es capaz de ver, comprender, asimilar... Son cosas que van contra nuestra propia naturaleza y que por más que nos forcemos a guiarnos hacia ellas nuestro control se desvanece y huimos de la situación. Sólo una gran autodisciplina nos permite tomar decisiones de futuro que nuestro instinto es incapaz de apreciar y que además se vuelven contra nosotros mismos en el momento de tomarlas.
A menudo confundimos infelicidad con desagrado. Si huimos de las sensaciones desagradables y nos peleamos con ellas, estamos condicionando nuestra toma de decisiones con un factor más. Por eso hay que ser flexibles con nuestros sentimientos que en ocasiones pueden resultar incómodos, abrumadores, incomprensibles. La calma es un arte y un poderoso aliado.
No podemos conseguir todo lo que queremos. No podemos querer todo lo que conseguimos. Pero podemos aceptar estos dos hechos y aceptar lo que conseguimos y perseguir lo que queremos.
No existe una receta para la vida. A pesar de ello, insistimos en buscarla. Pensamos que debe de haber una manera mejor de hacer las cosas, una vía sin tanto sufrimiento, sin tanta necesidad, sin tanta tristeza. Una vía más fácil, más sencilla. Nos equivocamos si creemos que había otra manera de hacer las cosas, porque si las cosas han llegado a este punto es por unas causas, millones de causas, que no podían haber sido de otra manera. No existe una receta para vivir de forma perfecta, ni podemos medir el grado de calidad de la vida. Así que para responder a las preguntas "¿cómo debo vivir?", "¿qué debo hacer?", "¿cómo debo ser?", hay que conocerse a uno mismo.
Cada persona tiene sus miedos, sus expectativas, sus ilusiones, sus pasiones y sus valores. Todos ellos forman parte de esa persona, se encuentran arraigados en lo más profundo de su ser. Y todos ellos van cambiando con el tiempo. No se pueden moldear a voluntad. El cambio lleva mucho tiempo. La mezcla de estos elementos son los que crean las emociones en cada uno, y esas emociones dirigen la vida del individuo en lo que llamamos "instinto". Cada vez que uno sigue su instinto está siguiendo su propio camino, con sus errores, sus aciertos, sus peligros y recompensas. Pero hay cosas que el instinto no es capaz de ver, comprender, asimilar... Son cosas que van contra nuestra propia naturaleza y que por más que nos forcemos a guiarnos hacia ellas nuestro control se desvanece y huimos de la situación. Sólo una gran autodisciplina nos permite tomar decisiones de futuro que nuestro instinto es incapaz de apreciar y que además se vuelven contra nosotros mismos en el momento de tomarlas.
A menudo confundimos infelicidad con desagrado. Si huimos de las sensaciones desagradables y nos peleamos con ellas, estamos condicionando nuestra toma de decisiones con un factor más. Por eso hay que ser flexibles con nuestros sentimientos que en ocasiones pueden resultar incómodos, abrumadores, incomprensibles. La calma es un arte y un poderoso aliado.
No podemos conseguir todo lo que queremos. No podemos querer todo lo que conseguimos. Pero podemos aceptar estos dos hechos y aceptar lo que conseguimos y perseguir lo que queremos.
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