Existe una forma de comprender a los demás mejor de lo que ellos mismos
podrían llegar a comprenderse. Quien observa desde fuera se halla lejos
del alcance de los pensamientos innecesarios y molestos que nos atenazan
constantemente. Pensamientos automáticos dan lugar a respuestas
emocionales que no controlamos, que dificilmente identificamos y que
rara vez comprendemos al instante en que aparecen. Si fuéramos robots
seríamos máquinas perfectas de no hacer nada, pues a eso tiende el ser
humano, a la nada más absoluta. Cada atisbo de motivación que crece en
nosotros es fruto de una necesidad vital del humano por sobrevivir;
impulsos que nos incitan a llevar a cabo acciones que creemos
necesarias.
Hemos evolucionado, ya no somos monos. Seguimos cometiendo errores,
seguimos sin obtener el máximo rendimiento de nuestras acciones y
pensamientos. Pero hemos mejorado. Tecnología, cultura, filosofía y
experiencia, cuatro pilares fundamentales en nuestra evolución. Seguimos
una trayectoria ascendente como raza, aportando cada uno su granito de
arena. Eso es lo que vería un observador ajeno a nuestras costumbres.
De los 7 trilliones de habitantes del planeta, los más relevantes para
la evolución de la raza son, en términos metafóricos, las ovejas del
rebaño. Son la base del sistema consumista que hemos creado, y gracias a
ellos persiste la evolución. Si fijamos la vista en una de estas
ovejitas, la que más se acerca al estereotipo de oveja consumista,
veremos que lleva a cabo su vida como un animal más. Sobrevive, y sigue
impulsos que le llevan siempre a cubrir sus necesidades de humano;
necesidades que han sido impuestas de forma indirecta por su entorno. Si
esta ovejita se apartase del rebaño durante unos años no tendría las
mismas necesidades y por tanto cambiaría su forma de actuar. Cualquier
análisis de comportamiento que se haga sobre esta oveja protagonista
arrojará un resultado similar al propuesto: esta ovejita sólo busca
sobrevivir. Y volviendo a la afirmación del segundo párrafo, si esta
ovejita fuera un robot perdería toda emoción de necesidad y su objetivo
en la vida quedaría completado, quedando como única acción viable el no
hacer nada de nada. Ya no necesita comer, ni buscar el calor de un
fuego, ni aparearse. Ya no necesita hablar con alguien, desahogarse,
llorar. No necesita un trabajo, no necesita dinero. No necesita un
ascenso, ni un proyecto, ni ocio. No necesita nada de nada, pues su
supervivencia está garantizada al ser un objeto hecho de piezas
imperturbables por el paso del tiempo. Así pues, está garantizada su
supervivencia.
Esta falaz, simple y burda argumentación pretende acercar un poco más al
lector a la naturaleza del ser humano. Aunque la conclusión sea
acertada, que el ser humano vive para sobrevivir, la perspectiva que se
da no lo es tanto. No se puede entender la naturaleza del ser humano con
un texto, y mucho menos explicarla. Pero al menos podemos comprender
una pequeña porción, la parte fundamental de ello.
Existe una forma de comprender a otra persona, pero no existe forma de
comprender por completo la naturaleza de sus pensamientos y emociones.
Podemos entender el contenido, pero no los motivos. Podemos llegar a
predecir las acciones de los demás empatizándonos con ellos, algo que
ningún ordenador sería capaz de hacer, ya que no existe una manera
precisa y acertada de modelizar el comportamiento humano.
No somos perfectos. Si lo fuéramos, seríamos robots.
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