Solemos quejarnos de aquello que no queremos. Tendemos a tomar
decisiones que nos ayuden a evitar ciertas situaciones. Vivimos a la
defensiva, como si la vida fuera una mala esposa que día a día nos
escupe frases hirientes, mientras nosotros buscamos la manera de no
escucharla. Y sólo cuando cerramos los ojos por la noche y nos separamos
de ella respiramos tranquilos.
Cuando tenemos puertas delante y las miramos todas, aquellos que se
fijan en las que no deben cruzar son los que viven con miedo. En el otro
extremo, aquellos indecisos que tratan de tomar la mejor puerta de
todas viven en tensión y angustia. También los hay que abren puertas sin
criterio alguno, o abren una que a simple vista parece buena; los
insensatos. Por último están aquellos que miran todas las puertas, dejan
que su instinto les guíe a una de ellas en función de lo que él cree
que puede encontrar detrás, y cuando se acercan lo suficiente se paran
unos segundos a pensar en esa puerta. Si su instinto la acepta y su
razón da el visto bueno, cruza sin pensar. Estos son los vividores.
Una decisión buena no siempre es una decisión acertada. Una decisión
mala no siempre es una decisión infructuosa. El mundo es demasiado
complejo para juzgar con nuestros ojos. La gente es demasiado distinta
para entenderla con la razón. La vida es demasiado corta para buscarle
un sentido. La vida es demasiado larga para buscar una salida. El camino
conduce al destino, pero en las posadas anidan los cuentos. Y los
cuentos nos hacen más felices.
No existen las claves, tenemos pistas. El deseo no nos hace felices, hay
más cosas que vivir de las que podamos desear. Escucha, presta
atención, porque a cada instante las pistas pasan fugaces, y son
demasiado complejas para descifrarlas con la cabeza. Ten confianza, no
existen los agujeros. No tengas miedo a volar.
viernes, 8 de noviembre de 2013
martes, 5 de noviembre de 2013
No somos perfectos
Existe una manera de llegar a las mentes de otras personas. No sólo de
transmitir información, y no hablo de un acto aleatorio. Me refiero a
comprender la psique ajena, entender más allá de la razón de los demás y
empatizarse con ellos hasta el punto de adivinar qué dirán al siguiente
instante.
Existe una forma de comprender a los demás mejor de lo que ellos mismos
podrían llegar a comprenderse. Quien observa desde fuera se halla lejos
del alcance de los pensamientos innecesarios y molestos que nos atenazan
constantemente. Pensamientos automáticos dan lugar a respuestas
emocionales que no controlamos, que dificilmente identificamos y que
rara vez comprendemos al instante en que aparecen. Si fuéramos robots
seríamos máquinas perfectas de no hacer nada, pues a eso tiende el ser
humano, a la nada más absoluta. Cada atisbo de motivación que crece en
nosotros es fruto de una necesidad vital del humano por sobrevivir;
impulsos que nos incitan a llevar a cabo acciones que creemos
necesarias.
Hemos evolucionado, ya no somos monos. Seguimos cometiendo errores,
seguimos sin obtener el máximo rendimiento de nuestras acciones y
pensamientos. Pero hemos mejorado. Tecnología, cultura, filosofía y
experiencia, cuatro pilares fundamentales en nuestra evolución. Seguimos
una trayectoria ascendente como raza, aportando cada uno su granito de
arena. Eso es lo que vería un observador ajeno a nuestras costumbres.
De los 7 trilliones de habitantes del planeta, los más relevantes para
la evolución de la raza son, en términos metafóricos, las ovejas del
rebaño. Son la base del sistema consumista que hemos creado, y gracias a
ellos persiste la evolución. Si fijamos la vista en una de estas
ovejitas, la que más se acerca al estereotipo de oveja consumista,
veremos que lleva a cabo su vida como un animal más. Sobrevive, y sigue
impulsos que le llevan siempre a cubrir sus necesidades de humano;
necesidades que han sido impuestas de forma indirecta por su entorno. Si
esta ovejita se apartase del rebaño durante unos años no tendría las
mismas necesidades y por tanto cambiaría su forma de actuar. Cualquier
análisis de comportamiento que se haga sobre esta oveja protagonista
arrojará un resultado similar al propuesto: esta ovejita sólo busca
sobrevivir. Y volviendo a la afirmación del segundo párrafo, si esta
ovejita fuera un robot perdería toda emoción de necesidad y su objetivo
en la vida quedaría completado, quedando como única acción viable el no
hacer nada de nada. Ya no necesita comer, ni buscar el calor de un
fuego, ni aparearse. Ya no necesita hablar con alguien, desahogarse,
llorar. No necesita un trabajo, no necesita dinero. No necesita un
ascenso, ni un proyecto, ni ocio. No necesita nada de nada, pues su
supervivencia está garantizada al ser un objeto hecho de piezas
imperturbables por el paso del tiempo. Así pues, está garantizada su
supervivencia.
Esta falaz, simple y burda argumentación pretende acercar un poco más al
lector a la naturaleza del ser humano. Aunque la conclusión sea
acertada, que el ser humano vive para sobrevivir, la perspectiva que se
da no lo es tanto. No se puede entender la naturaleza del ser humano con
un texto, y mucho menos explicarla. Pero al menos podemos comprender
una pequeña porción, la parte fundamental de ello.
Existe una forma de comprender a otra persona, pero no existe forma de
comprender por completo la naturaleza de sus pensamientos y emociones.
Podemos entender el contenido, pero no los motivos. Podemos llegar a
predecir las acciones de los demás empatizándonos con ellos, algo que
ningún ordenador sería capaz de hacer, ya que no existe una manera
precisa y acertada de modelizar el comportamiento humano.
No somos perfectos. Si lo fuéramos, seríamos robots.
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