viernes, 8 de noviembre de 2013

Verdades

Solemos quejarnos de aquello que no queremos. Tendemos a tomar decisiones que nos ayuden a evitar ciertas situaciones. Vivimos a la defensiva, como si la vida fuera una mala esposa que día a día nos escupe frases hirientes, mientras nosotros buscamos la manera de no escucharla. Y sólo cuando cerramos los ojos por la noche y nos separamos de ella respiramos tranquilos.
Cuando tenemos puertas delante y las miramos todas, aquellos que se fijan en las que no deben cruzar son los que viven con miedo. En el otro extremo, aquellos indecisos que tratan de tomar la mejor puerta de todas viven en tensión y angustia. También los hay que abren puertas sin criterio alguno, o abren una que a simple vista parece buena; los insensatos. Por último están aquellos que miran todas las puertas, dejan que su instinto les guíe a una de ellas en función de lo que él cree que puede encontrar detrás, y cuando se acercan lo suficiente se paran unos segundos a pensar en esa puerta. Si su instinto la acepta y su razón da el visto bueno, cruza sin pensar. Estos son los vividores.

Una decisión buena no siempre es una decisión acertada. Una decisión mala no siempre es una decisión infructuosa. El mundo es demasiado complejo para juzgar con nuestros ojos. La gente es demasiado distinta para entenderla con la razón. La vida es demasiado corta para buscarle un sentido. La vida es demasiado larga para buscar una salida. El camino conduce al destino, pero en las posadas anidan los cuentos. Y los cuentos nos hacen más felices.

No existen las claves, tenemos pistas. El deseo no nos hace felices, hay más cosas que vivir de las que podamos desear. Escucha, presta atención, porque a cada instante las pistas pasan fugaces, y son demasiado complejas para descifrarlas con la cabeza. Ten confianza, no existen los agujeros. No tengas miedo a volar.

martes, 5 de noviembre de 2013

No somos perfectos

Existe una manera de llegar a las mentes de otras personas. No sólo de transmitir información, y no hablo de un acto aleatorio. Me refiero a comprender la psique ajena, entender más allá de la razón de los demás y empatizarse con ellos hasta el punto de adivinar qué dirán al siguiente instante.

Existe una forma de comprender a los demás mejor de lo que ellos mismos podrían llegar a comprenderse. Quien observa desde fuera se halla lejos del alcance de los pensamientos innecesarios y molestos que nos atenazan constantemente. Pensamientos automáticos dan lugar a respuestas emocionales que no controlamos, que dificilmente identificamos y que rara vez comprendemos al instante en que aparecen. Si fuéramos robots seríamos máquinas perfectas de no hacer nada, pues a eso tiende el ser humano, a la nada más absoluta. Cada atisbo de motivación que crece en nosotros es fruto de una necesidad vital del humano por sobrevivir; impulsos que nos incitan a llevar a cabo acciones que creemos necesarias.

Hemos evolucionado, ya no somos monos. Seguimos cometiendo errores, seguimos sin obtener el máximo rendimiento de nuestras acciones y pensamientos. Pero hemos mejorado. Tecnología, cultura, filosofía y experiencia, cuatro pilares fundamentales en nuestra evolución. Seguimos una trayectoria ascendente como raza, aportando cada uno su granito de arena. Eso es lo que vería un observador ajeno a nuestras costumbres.

De los 7 trilliones de habitantes del planeta, los más relevantes para la evolución de la raza son, en términos metafóricos, las ovejas del rebaño. Son la base del sistema consumista que hemos creado, y gracias a ellos persiste la evolución. Si fijamos la vista en una de estas ovejitas, la que más se acerca al estereotipo de oveja consumista, veremos que lleva a cabo su vida como un animal más. Sobrevive, y sigue impulsos que le llevan siempre a cubrir sus necesidades de humano; necesidades que han sido impuestas de forma indirecta por su entorno. Si esta ovejita se apartase del rebaño durante unos años no tendría las mismas necesidades y por tanto cambiaría su forma de actuar. Cualquier análisis de comportamiento que se haga sobre esta oveja protagonista arrojará un resultado similar al propuesto: esta ovejita sólo busca sobrevivir. Y volviendo a la afirmación del segundo párrafo, si esta ovejita fuera un robot perdería toda emoción de necesidad y su objetivo en la vida quedaría completado, quedando como única acción viable el no hacer nada de nada. Ya no necesita comer, ni buscar el calor de un fuego, ni aparearse. Ya no necesita hablar con alguien, desahogarse, llorar. No necesita un trabajo, no necesita dinero. No necesita un ascenso, ni un proyecto, ni ocio. No necesita nada de nada, pues su supervivencia está garantizada al ser un objeto hecho de piezas imperturbables por el paso del tiempo. Así pues, está garantizada su supervivencia.

Esta falaz, simple y burda argumentación pretende acercar un poco más al lector a la naturaleza del ser humano. Aunque la conclusión sea acertada, que el ser humano vive para sobrevivir, la perspectiva que se da no lo es tanto. No se puede entender la naturaleza del ser humano con un texto, y mucho menos explicarla. Pero al menos podemos comprender una pequeña porción, la parte fundamental de ello.

Existe una forma de comprender a otra persona, pero no existe forma de comprender por completo la naturaleza de sus pensamientos y emociones. Podemos entender el contenido, pero no los motivos. Podemos llegar a predecir las acciones de los demás empatizándonos con ellos, algo que ningún ordenador sería capaz de hacer, ya que no existe una manera precisa y acertada de modelizar el comportamiento humano.

No somos perfectos. Si lo fuéramos, seríamos robots.