miércoles, 18 de abril de 2012

Vida, esa cruel y sádica mentira

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La historia comienza con un anciano de unos 90 años a lo sumo, ve a través de la ventana empañada, cómo ríos de agua bajan por el cristal, ya son 5 días así, la niebla cubría los edificios más cercanos, lo que envolvía al mundo en una gran y triste soledad. El anciano se encontraba en la oscuridad de su habitación, con las cortinas de encaje entreabiertas, para dejar pasar un poco de luz que pudiera ofrecer este oscuro día. Todo a su alrededor parecía aún más antiguo, entre esas cuatro paredes de color amarillo pálido, todo parecía haber perdido la vida. La chimenea de mármol a medio apagar, la vieja radio, los sofás, todo.

La imagen que ofrecía el exterior, no era muy alentadora, todo cuanto dejaba ver la niebla estaba encharcado, un trueno de vez en cuando iluminaba la calle, los arboles sacudidos por el viento, hacían un baile algo entretenido pero a la vez desconcertante, las ramas de dichos arboles meneadas a merced del viento, le recordaban a los brazos de un boxeador que está a punto de ser derrotado. La tierra reblandecida por la lluvia se había convertido en un páramo de barro y agua, lo cual era imposible de caminar. El columpio del parque se mecía de modo brusco, como si alguien lo estuviera empujando enfadado.

El anciano empezó a recordar cosas mientras miraba el ventanal, su cabeza albergaba imágenes igual de lúgubres y desoladoras. Recordaba con amargura la última vez que vio a ella. Recordaba su última despedida en el cementerio, grabó a fuego esas palabras en su mente. Evocaba una y otra vez esas palabras, resonando con eco en su cabeza, entremezcladas con palabras dulces que solía decirle al oído. Siguió recordando todos y cada uno de los momentos que habían pasado juntos, todas las veces que se habían abrigado con la manta en las crudas noches de invierno, recordaba el olor de su pelo mezclado con el de la hierba del parque, en el que estaban tumbados muchas tardes hablando de nada.  Pero no podía evitar aquél pequeño suicidio interno. Su corazón se había vuelto frío, y en ese momento sólo quedaba de él un cadáver podrido por dentro e insensible. Ni las estocadas de dolor que le transmitían aquellos recuerdos lograban hacerle llorar. Siguió mirando por la ventana durante toda la tarde, hasta que se quedó dormido con la noticia de la defunción arrugada sobre su regazo.

El anciano finalmente, tras tanto sufrimiento acabó por suicidarse, toda su familia está apenada, ‘el era un hombre feliz’ decía su hija con lagrimas en los ojos, ‘no entiendo porqué lo ha hecho’ decía su hijo con rabia.

Esta historia no es real, pero si apreciáis a vuestros mayores y vais de vez en cuando a visitarlos, ellos os lo agradecerán y podréis evitar situaciones como esta.

3 comentarios:

  1. hola buenas , esta muy bien . enlace a recomendar a otros.

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  2. muy buena forma de definir como se dejan de lado a las grandes personas que no es lo mismo que personas mayores, si todos nos dignasemos a compartir un tiempo escuchando sus vivencias muchos problemas evitariamos

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