El valor de una derrota, reside en la experiencia que uno a nivel personal gana. Gracias a todas las veces que nos equivocamos, en las que perdimos algo, o simplemente no tuvimos lo que esperábamos, gracias a todas aquellas veces en las que nos dijeron que no a algo, en todas esas ocasiones crecemos y nos hacemos más fuertes. El dolor que causan todas aquellas lagrimas derramadas y la decepción en los ojos y en el corazón son un elemento de aprendizaje bastante fuerte, pues son nuestras emociones las que nos hacen recordar con más fuerza los errores que tuvimos para poderlos preveer.
Pero para la persona que está metida de lleno en esa amarga situación, no hay consuelo posible que cure su dolor, ni palabras para curar sus heridas. Pero en cambio esta vez, ofrezco una visión más optimista a todas aquellas personas que lo ven todo oscuro, que temen al dolor, que no se arriesgan por miedo a fallar, que nunca se aventuran por miedo a lo que les pueda pasar, esta es mi visión:
Si la vida fuese una carretera, hay mil maneras de recorrerla. Todos los caminos se cruzan y se separan, al igual que nos juntamos y nos separamos de las personas que nos rodean, durante este camino uno puede tropezarse. Tropezar es un privilegio, levantarse una obligación. NUNCA podrás evitar caerte, pero si en lugar de mirar hacia delante te quedas lamentando tus caídas en lugar de aprender de ellas, la carretera que recorres se volverá angustiosa y larga. Por este motivo animo a todos a seguir luchando, y a mantener la cabeza alta pase lo que pase, sin menospreciarse por no tomar siempre la decisión correcta.
Conclusión: La vida da muchas vueltas y a cada esquina que giras tienes una nueva oportunidad. Sé fuerte, sé valiente, y sobre todo nunca te pares. Sigue caminando. Y a ser posible, hazlo con una sonrisa en la cara, porque si sonríes, el mundo te devolverá esa sonrisa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario