Dejando a un lado la ciencia, hablando en un lenguaje en el que todos
podamos entendernos con facilidad, quiero resaltar la importancia en
nuestra vida de las expectativas. Existen tipos de expectativas
diversos, desde las expectativas sociales, las laborales, las
internas... Concretamente me llaman la atención las expectativas
inconscientes.
¿Por qué inconscientes? ¿Qué tienen las demás expectativas para no ser
calificadas de inconscientes? Realmente podemos darnos cuenta de que
estamos siendo víctimas de unas expectativas cuando al pensar en un
evento futuro le atribuimos características de nuestra invención. Por
ejemplo si al pensar en un examen directamente nos imaginamos a nosotros
mismos intentando resolver unas preguntas difíciles y luego nos entra
miedo es porque nuestras expectativas con respecto al examen son de
dificultad excesiva, lo que nos provoca una distorsión del modo en que
nos afectan los hechos y por tanto una alteración emocional inapropiada,
lo que repercute en nuestra manera de planificar nuestras acciones o de
tomar decisiones.
En resumen, una expectativa siempre nos condiciona en el presente. No
por tener una expectativa u otra vamos a tomar una mejor decisión con
toda seguridad, aunque existan casos en los que es obvio que rebajar
nuestras expectativas va a conllevar una respuesta mejor en el presente
que la que tendríamos del otro modo. Así funcionan nuestras
expectativas, así nos afectan, y nosotros no podemos hacer mucho por
cambiar este hecho.
En cambio sí podemos influir en nuestro nivel de expectativas, aunque no
al 100%, pero con la experiencia podemos aprender que en ciertas
situaciones no es bueno imaginarse las cosas de una manera concreta, o
aderezar una imagen del futuro con imaginación. Siempre es bueno
perseguir una visión realista de las cosas, pero cuando lo que
imaginamos nos viene de lejos, no sabemos mucho sobre ello, es algo
nuevo o simplemente no depende de nosotros mismos, cualquier cosa que
imaginemos va a condicionarnos de modo que nuestras decisiones o
nuestros sentimientos sean un poco menos coherentes con la realidad.
Y por ejemplo, cuando nos encontramos en el borde de una piscina en
verano y ya hemos catado la temperatura del agua con la puntita del
pie... Inmediatamente hemos creado unas expectativas sobre lo que
sentiremos cuando estemos dentro del agua. En ese momento nuestra mente
pone en marcha todo un complejo sistema de conexiones para evitar una
sensación desagradable que NUESTRAS EXPECTATIVAS han generado. Pero,
¿acaso hemos entrado en el agua para que nuestro cerebro capte la
sensación de frío que esperamos? Este es el poder de las expectativas,
generar emociones que según cómo las interpretemos intentaremos evitar o
conseguir. Para aquellos que se pasan la vida tratando de evitar
peligros y sensaciones negativas, saltar a la piscina les resultará una
odisea. Para aquellos que viven al día sin esperar nada de lo que
vendrá, saltar es una aventura. Para aquellos a los que les gusta pensar
en el lado bueno de las cosas y siempre encuentran un buen motivo para
avanzar, saltar les resultará fácil y emocionante.