martes, 24 de abril de 2012

Fútbol, tú antes molabas...

 Existía, hace no muchos años, una liga en España en la que jugar con los grandes equipos era una oportunidad, todo un orgullo para jugadores y afición,  y no un marrón o una vergüenza. 

 Había un equipo llamado Cádiz C. F., otro llamado U. D. Salamanca, otro Numancia, Extremadura U. D... No importaba, ellos y algunos más podían y de hecho ganaron a los dos grandes, al Real Madrid, al F. C. Barcelona. Matagigantes, bestias negras y equipos revelación...

 Ligas inacabables y disputadas. Ver a la Real Sociedad luchar por el título hasta el final. Penaltis decisivos que en A Coruña y Valencia no se olvidarán. Ver al Villareal hacernos felices con una temporada europea espléndida, maldito penalti de Riquelme... Ver al Superdepor hacer que nos levantásemos del asiento varias veces, en un partido inolvidable con el Milán. Disfrutar de una final de la UEFA donde el representante español, un equipo humilde como el Alavés nos hizo llorar y comprender que a veces una derrota es una grandísima victoria.

 Derbis tan o incluso más interesantes que el cada año dos veces "partido del siglo", como los vibrantes Sevilla - Betis, Dépor-Celta, los derbis canarios, y qué decir de los derbis vascos. Equipos "pequeños" que podían y ganaron la Liga, como el Deportivo, el Valencia, Atlético de Madrid, o la Copa, como el Espanyol, el Getafe, Sevilla, Zaragoza, Mallorca...

 Aquello era fútbol señores, y sobre todo... Eso era una LIGA.

domingo, 22 de abril de 2012

Esperanza

Cuando a alguien no le quedan opciones o el fin es inevitable, se puede hablar de 'derrota'. Cuándo no está en tus manos el destino de alguien o de algo, entonces se puede hablar de 'impotencia'. Cuando ves que todo a tu alrededor se desmorona y cae, junto con tu ánimo, entonces se puede hablar de que 'estas perdido'.

La fortaleza de una persona se puede medir de muchas maneras, pero la más notable es cuando a uno le viene la avalancha. Bien por un golpe de destino, o por la sucesión de eventos, la fortaleza de una persona se pondrá a prueba cuándo afronte la situación. Si esa persona se deja llevar por la oleada de sentimientos ácidos que le invaden y le abruman, se ciega completamente y para esa persona se acaba la esperanza. Si una persona pierde algo y no lucha por recuperarlo, lo da por perdido para siempre, entonces pierde la esperanza.

La esperanza es aquello que nos impulsa a vivir, es nuestro motor, es lo que nos hace decir "Sí, voy a hacerlo" . Nadie hace algo sin pensar que puede lograrlo. Nadie en su sano juicio intentaría escalar una montaña sabiendo de antemano que no puede hacerlo. Por eso, la esperanza es la bandera de nuestra fortaleza. Simboliza nuestra condición inconformista, significa "pase lo que pase lo voy a afrontar porque sé que podré con ello". Significa la voluntad de luchar, la sensación de poder, la confianza en uno mismo y en aquellos con los que comparte su objetivo.

Conclusión: Aquél que pierde la esperanza pierde la voluntad de vivir. Y no existe una clave mágica para tener esperanza, pero sí existe una frase que deberá recordar el que lea esto en aquellos momentos de abandono, cuando sienta que todo está perdido y cuando crea que ya no hay posibilidad de lograr tu objetivo.

FRASE:

"Si me juzgan, no dirán que no lo intenté hasta el final" 


En mi caso estas palabras me han llenado de coraje, de valor, de fuerza. Significa que si fracasas, nadie podrá culparte de haberte retirado por cobarde, sino que se dará cuenta de que donde otras personas habrían abandonado, tú has luchado hasta el final. Por eso animo a todas las personas que luchan por algo en su vida a que lo persigan hasta que no quede más opción que retirarse. Porque una vida para rendirse es una vida para olvidar. 



miércoles, 18 de abril de 2012

Tropezando

El valor de una derrota, reside en la experiencia que uno a nivel personal gana. Gracias a todas las veces que nos equivocamos, en las que perdimos algo, o simplemente no tuvimos lo que esperábamos, gracias a todas aquellas veces en las que nos dijeron que no a algo, en todas esas ocasiones crecemos y nos hacemos más fuertes. El dolor que causan todas aquellas lagrimas derramadas y la decepción en los ojos y en el corazón son un elemento de aprendizaje bastante fuerte, pues son nuestras emociones las que nos hacen recordar con más fuerza los errores que tuvimos para poderlos preveer.

Pero para la persona que está metida de lleno en esa amarga situación, no hay consuelo posible que cure su dolor, ni palabras para curar sus heridas. Pero en cambio esta vez, ofrezco una visión más optimista a todas aquellas personas que lo ven todo oscuro, que temen al dolor, que no se arriesgan por miedo a fallar, que nunca se aventuran por miedo a lo que les pueda pasar, esta es mi visión:

Si la vida fuese una carretera, hay mil maneras de recorrerla. Todos los caminos se cruzan y se separan, al igual que nos juntamos y nos separamos de las personas que nos rodean, durante este camino uno puede tropezarse. Tropezar es un privilegio, levantarse una obligación. NUNCA podrás evitar caerte, pero si en lugar de mirar hacia delante te quedas lamentando tus caídas en lugar de aprender de ellas, la carretera que recorres se volverá angustiosa y larga. Por este motivo animo a todos a seguir luchando, y a mantener la cabeza alta pase lo que pase, sin menospreciarse por no tomar siempre la decisión correcta.

Conclusión: La vida da muchas vueltas y a cada esquina que giras tienes una nueva oportunidad. Sé fuerte, sé valiente, y sobre todo nunca te pares. Sigue caminando. Y a ser posible, hazlo con una sonrisa en la cara, porque si sonríes, el mundo te devolverá esa sonrisa.

Vida, esa cruel y sádica mentira

Para darle mas realismo a la historia pincha en este link http://www.rainymood.com/



               <para darle aún más realismo a la historia mientras escuchas la tormenta escucha esta canción>





La historia comienza con un anciano de unos 90 años a lo sumo, ve a través de la ventana empañada, cómo ríos de agua bajan por el cristal, ya son 5 días así, la niebla cubría los edificios más cercanos, lo que envolvía al mundo en una gran y triste soledad. El anciano se encontraba en la oscuridad de su habitación, con las cortinas de encaje entreabiertas, para dejar pasar un poco de luz que pudiera ofrecer este oscuro día. Todo a su alrededor parecía aún más antiguo, entre esas cuatro paredes de color amarillo pálido, todo parecía haber perdido la vida. La chimenea de mármol a medio apagar, la vieja radio, los sofás, todo.

La imagen que ofrecía el exterior, no era muy alentadora, todo cuanto dejaba ver la niebla estaba encharcado, un trueno de vez en cuando iluminaba la calle, los arboles sacudidos por el viento, hacían un baile algo entretenido pero a la vez desconcertante, las ramas de dichos arboles meneadas a merced del viento, le recordaban a los brazos de un boxeador que está a punto de ser derrotado. La tierra reblandecida por la lluvia se había convertido en un páramo de barro y agua, lo cual era imposible de caminar. El columpio del parque se mecía de modo brusco, como si alguien lo estuviera empujando enfadado.

El anciano empezó a recordar cosas mientras miraba el ventanal, su cabeza albergaba imágenes igual de lúgubres y desoladoras. Recordaba con amargura la última vez que vio a ella. Recordaba su última despedida en el cementerio, grabó a fuego esas palabras en su mente. Evocaba una y otra vez esas palabras, resonando con eco en su cabeza, entremezcladas con palabras dulces que solía decirle al oído. Siguió recordando todos y cada uno de los momentos que habían pasado juntos, todas las veces que se habían abrigado con la manta en las crudas noches de invierno, recordaba el olor de su pelo mezclado con el de la hierba del parque, en el que estaban tumbados muchas tardes hablando de nada.  Pero no podía evitar aquél pequeño suicidio interno. Su corazón se había vuelto frío, y en ese momento sólo quedaba de él un cadáver podrido por dentro e insensible. Ni las estocadas de dolor que le transmitían aquellos recuerdos lograban hacerle llorar. Siguió mirando por la ventana durante toda la tarde, hasta que se quedó dormido con la noticia de la defunción arrugada sobre su regazo.

El anciano finalmente, tras tanto sufrimiento acabó por suicidarse, toda su familia está apenada, ‘el era un hombre feliz’ decía su hija con lagrimas en los ojos, ‘no entiendo porqué lo ha hecho’ decía su hijo con rabia.

Esta historia no es real, pero si apreciáis a vuestros mayores y vais de vez en cuando a visitarlos, ellos os lo agradecerán y podréis evitar situaciones como esta.